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Rosencrantz y Guildenstern han muerto

Ficha técnica.- Título: Rosencrantz y Guildenstern han muerto. Director: Tom Stoppard. Actores: Gary Oldman, Tim Roth, Ian Glen, Ian Richardson, Donald Sumpter, Joanna Miles, Joanna Roth y Richard Dreyfuss. Guión: Tom Stoppard, basado en la obra de teatro del mismo título del propio Tom Stoppard, a su vez basada en Hamlet de W. Shakespeare. Música: Stanley Myers. Coproducción EE.UU.- Gran Bretaña 1990. Distribución: Filmax. Premiada con el León de Oro del Festival de Venecia 1990.

Argumento.-

Rosencrantz y Guildenstern son dos personajes secundarios del drama de Shakespeare a los que Stoppard convierte en protagonistas. Ambos se criaron con el Príncipe Hamlet. El tío de éste, tras asesinar a su hermano el rey (padre de Hamlet) se desposa con la reina viuda (madre de Hamlet) y se hace así con la corona de Dinamarca. Hamlet cae en una aparente locura y el nuevo rey trama una conspiración contra él, aprovechándose de su amistad con aquellos, que la siguen ignorantes del ardid. Finalmente, el juego de engaños se lleva por delante a los dos personajes más débiles  de la historia, Rosencrantz y Guildenstern.

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Comentario.-

Cine y teatro se entremezclan aquí a tres niveles: Primero, la película es adaptación de una obra de teatro, realizada por el propio autor de ésta, así que en este caso no puede hablarse, como es tan común, de traición al autor.  Segundo, la trama básica y los personaje están tomados a su vez de un clásico del teatro, de Hamlet. Y tercero, buena parte de la historia se narra  a través de las funciones de una compañía teatral ambulante. Esa permanente conexión con lo teatral da primacía al texto, plagado de diálogos enrevesados, con juegos lógicos y verbales, alterando el sentido de las frases, a veces bordeando la literatura del absurdo. Todo ello, y más en versión subtitulada, la hace a veces difícil de seguir en cuanto al detalle, aunque no en cuanto al sentido de la situación.

El propio Guildenstern lo deja claro a su amigo:

- Sólo repites lo que digo, con un orden distinto.

- No se me ocurre nada.

Pero, aunque la gran protagonista de esta tragicomedia sea la palabra, como veremos, varias veces los dos personajes se asoman a ideas, en algún caso sólo intuiciones, con un poso científico. Por ejemplo, len a siguiente reflexión acerca de la inevitabilidad de la muerte:

- Sólo hay una dirección y el tiempo es su única medida.

Escenas.-

La primera escena es una larga disgresión sobre el hecho, aparentemente extraordinario, de que al lanzar una moneda se obtenga una y otra vez cara.

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Tal profusión de caras puede hacer pensar, antes que nada, en que la moneda pueda estar desequilibrada. Ahora bien: si comprobamos que la moneda es correcta, ¿es menos probable, por ejemplo en 5 lanzamientos, obtener  CCCCC que XCXCC? No, no lo es. En ambos casos la probabilidad es de 1/32. La sorpresa se produce porque, aunque no se diga explícitamente, se está valorando que "salir 5 caras" es mucho menos probable que el suceso contrario, "salir alguna cruz" (en concreto, 31 veces menor). Pero las mismas razones matemáticas hay para asombrarse de obtener XCXCC, donde la comparación de probabilidades con su suceso contrario ofrece los mismos números.

Por lo demás, la larga escena anterior ofrece varios pasajes difíciles de entender, tal vez por la traducción. Para poder seguir mejor la escena, recomiendo la lectura del artículo publicado por Marta Macho en Divulgamat, con el diálogo original de la obra de teatro, además de otros episodios con referencias matemáticas que han sido ignorados en la película.

El personaje de Rosencrantz aparece como el simple de la pareja, hasta el punto de que sus continuas confusiones de identidad con su compañero hacen que en estos momentos yo mismo dude si se trata del mencionado o de Guildenstern. El otro se ve más seguro de si mismo, desconfiado y presto a sacar la espada. A pesar de esa torpeza (o tal vez como causa de ella), es capaz de observar detalles de la realidad despreciados por su compañero. Y esos detalles hacen referencia a principios científicos que en la época de la acción (s. XVI) no se conocían. Son breves escenas, presentadas en tono humorístico, donde Rosencrantz cosecha un fracaso tras otro. Se establece la complicidad con el espectador actual, quien puede advertir que, pese a no llegar a buen puerto, esas intuiciones son bastante acertadas.

Como hiciera Galileo, postula que una bola maciza y una pluma deberían caer en el vacío a la vez, pero no tiene en cuenta el rozamiento del aire...

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Después, intuye la transmisión de la energía cinética, como sucede en el conocido juego de las bolas de acero o péndulo de Newton. Solo que sus bolas son vasijas de barro, menos resistentes...

bolas 

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Incluso llega a intuir el principio de la máquina de vapor, rec¡biendo una vez más el desprecio de su compañero.

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Rosencrantz es también un visionario de la Aeronáutica, perfeccionando su modelo inicial:

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Personalmente, han sido estas "alegrías científicas" lo que me ha hecho más llevadera la película, que, globalmente considerada, me resultó más bien pesada.

 

 

cartel

 

 

   

 

(C) José María Sorando Muzás

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