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Poesía y Matemáticas

 

  

BALADA DE LOS NÚMEROS

Un monte me sostiene y el sol traza mi sombra.

Bajo el peso ligero de mis ojos

los números se extienden,

signos en la materia polícroma del valle.

Junto al camino;

al amparo del único ciprés,

los huesos de un centauro son la nada,

lo que un cero perdido significa.

Pero el árbol esbelto y verde oscuro,

el ciprés solitario de funeral ternura,

es la unidad, lo simple, lo que empieza.

Y ese abrirse la estrada en dos senderos,

como el eco sonoro y los amantes,

trama el sentido del número segundo.

Y las hojas menudas del trébol atrevido

que, retando a mis pies, surge del suelo

¿no son principio, centro y fin, como reclama

el tres para ser cifra?.

Si mis brazos extiendo y miro el horizonte,

siento cruzar los puntos cardinales:

cuatro,

y en ellos flota el viento caprichoso

que el fuego misterioso siembra de humo,

y la tierra y el agua se cortejan

con fluvial armonía.

En lo agreste hay un cinco,

digital y bucólico,

que significa paz.

Desde el valle se aniebla

la sangre de los números

Veo un seis en el paisaje vivo,

en la hermosa parcela de universo

que la tarde y el tiempo seducen con amor

Lejos,

heredero de lluvias,

el puente celestial del Arco Iris:

siete colores presta al firmamento,

y la leyenda eterna, siete enigmas

Hay quietud; todo es perfecto y mesurado

como si fuese un ocho la campiña.

Tal vez las nueve musas no están lejos

de la alameda que ríe junto al río,

y el cielo sea un diez incontenible y puro.

Ocultos al orgullo de las urbes,

los números construyen sinfonías

y definen aromas planetarios,

espejos del infinito y de la nada.

José Verón

Poemas a viva voz

  

   
 

(C) José María Sorando Muzás

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